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sábado, 13 de marzo de 2021

Fábula de la avispa ahogada de Aquiles Nazoa

 


Fábula de la avispa ahogada


La avispa aquel día desde la mañana,
como de costumbre bravísima andaba.
El día era hermoso la brisa liviana;
cubierta la tierra de flores estaba
y mil pajaritos los aires cruzaban.

Pero a nuestra avispa —nuestra avispa brava—
nada le atraía, no veía nada
por ir como iba comida de rabia.
“Adiós”, le dijeron unas rosas blancas,
y ella ni siquiera se volvió a mirarlas
por ir abstraída, torva, ensimismada,
con la furia sorda que la devoraba.

“Buen día”, le dijo la abeja, su hermana,
y ella que de furia casi reventaba,
por toda respuesta le echó una roncada
que a la pobre abeja dejó anonadada.
Ciega como iba la avispa de rabia
repentinamente como en una trampa
se encontró metida dentro de una casa.

Echando mil pestes al verse encerrada,
en vez de ponerse serena y con calma
a buscar por donde salir de la estancia,
¿sabéis lo que hizo? ¡Se puso más brava!
Se puso en los vidrios a dar cabezadas,
sin ver en su furia que a corta distancia
ventanas y puertas abiertas estaban;
y como en la ira que la dominaba
casi no veía por donde volaba,
en una embestida que dio de la rabia,
cayó nuestra avispa en un vaso de agua.

¡Un vaso pequeño menor que una cuarta
donde hasta un mosquito nadando se salva..!
Pero nuestra avispa, nuestra avispa brava,
más brava se puso al verse mojada,
en vez de ocuparse la muy insensata
de ganar la orilla batiendo las alas
se puso a echar pestes y a tirar picadas
y a lanzar conjuros y a emitir mentadas,
y así poco a poco fue quedando exhausta
hasta que furiosa, pero emparamada,
terminó la avispa por morir ahogada.

Tal como la avispa que cuenta esta fábula,
el mundo está lleno de personas bravas,
que infunden respeto por su mala cara,
que se hacen famosas debido a sus rabias
y al final se ahogan en un vaso de agua.

Autor: Aquiles Nazoa

 


 

 

 

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