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sábado, 1 de junio de 2024

ABC ¿Cuándo se puso de moda ‘estar muy ocupado’? La curiosa historia de un símbolo de estatus social (en decadencia)

"Estar (o parecer) siempre hasta arriba de trabajo se ha convertido en un termómetro de prestigio y posición social. Pero, ¿desde cuándo las clases más acomodadas han sido las que menos tiempo libre han tenido? Te lo contamos.

Hace mucho tiempo, ser rico significaba trabajar menos. La dolce far niente no era de vagos, sino de poderosos. Pero algo cambió y ahora ‘un verdadero profesional de éxito’ no puede tomarse a broma su tiempo y, cuanto menos descanso, mejor. Frases como «Estoy hasta arriba» o «Aquí, comiendo algo rápido», acompañadas de un resoplido, se han convertido en sinónimo de «Soy importante» o «Estoy muy solicitado porque soy muy valioso». 
 

Es una lata el trabajar. El personaje de Lady Violet en la serie Downton Abbey explica que no entiende el concepto 'fin de semana' cuando el primo Matthew explica que trabaja mucho y aprovecha esos días para descansar. En la cabeza de esta condensa no cabe que exista un concepto que diferencie sábado y domingo del resto de la semana laboral.
 
 


Pero no siempre fue así: «¿Qué es el fin de semana?», preguntaba Violet Crawley, la condesa viuda de Grantham, en la serie Downton Abbey. Una curiosidad banal para alguien que, como el personaje al que daba vida la actriz Maggie Smith, jamás había tenido que preocuparse por distinguir entre los días de la semana dedicados al trabajo y los que correspondían al ocio. Así sí.

Explicaba el sociólogo y economista estadounidense Thorstein Veblen en 1899 que vivir una vida tranquila sin dar un palo al agua (lo que él denominaba ‘abstención conspicua de trabajar’) es la verdadera señal de tu estatus social a ojos de los demás. Para este académico, el término ‘ocioso’ no implicaba indolencia o pasividad, sino algo más parecido al decoro e, incluso, al saber estar: «Los buenos modales y los gustos refinados son indicadores de una buena educación que exige haber vivido una vida ociosa y, por tanto, no están al alcance de aquellos cuyo tiempo y energía están consagrados únicamente al trabajo».


Más de un siglo después, la relación entre el grado de riqueza de una persona y su vinculación con el trabajo parece haber tomado otros derroteros. O al menos así se desprende del estudio realizado por tres investigadores actuales: Silvia Bellezza, profesora de marketing en la Columbia Business School; Neeru Paharia, de Georgetown; y Anat Keinan, de Harvard. En su informe publicado recientemente, los autores echan la vista atrás para recordar aquellos tiempos en los que trabajar más era de pobres para concluir que, hoy en día, «presumir de lo ocupado que estás pueden señalar lo mucho que te estima el mercado laboral».

La razón por la que los investigadores decidieron llevar a cabo su estudio se remonta a los primeros años de siglo XXI, cuando la publicidad, un barómetro de las normas sociales, comenzó a sustituir a esas personas adineradas que antes salían relajándose en una piscina o un yate por hombres (y alguna que otra mujer) de negocios que no tienen tiempo ni de respirar. El resultado de su estudio deja clara la nueva percepción: las horas que le dedicas al trabajo son las que marcan tu posición social.
 
 

No me da la vida. La obsesión por heredar la empresa de su padre, el perverso magnate del conglomerado mundial de medios de comunicación Logan Roy, lleva a los protagonistas de la serie Succession a emplear todas sus fuerzas en el trabajo. Sus vidas privadas se pierden ante la búsqueda del poder.

Pero, ¿qué ha cambiado desde la época de Veblen para explicar esta situación? La profesora Silvia Bellezza cuenta en The Altantic que se ha producido una transición si nos fijamos en la composición de la economía «porque la mayor parte del trabajo que estamos haciendo ahora está en los servicios. Son empleos que requieren nuestro capital intelectual, que exigen más reflexión que el tipo de economías sobre las que escribía Veblen, en las que los sectores primarios eran la agricultura o la industria». Y añade: «Ahora hay un mercado más competitivo para el talento y el capital humano, de tal manera que, cuanto más trabajas, debe significar que estás más solicitado en el mercado. Cuando decimos a los participantes de nuestro estudio que una persona hipotética está muy ocupada, piensan inmediatamente en un trabajo de tipo administrativo. Pero si especificamos que se trata de un trabajo de tipo obrero, las inferencias en términos de estatus se debilitan significativamente».

Silvia Bellezza asegura también que esta visión de la riqueza ligada al exceso de trabajo cambia mucho en países como España, Grecia o Italia. «Estados Unidos es representativo de una sociedad en la que se alaba el trabajo y en la que la ética protestante del trabajo es muy, muy fuerte, hasta el punto de que la gente ni siquiera tiene derecho a vacaciones pagadas». Y propone un término medio: «Trabajar todo el tiempo es disfuncional y convertirse en una sociedad adicta al trabajo no es saludable. Pero también es cierto que los italianos se toman muy en serie sus vacaciones, tanto que el país está básicamente paralizado durante dos meses: en julio y agosto es realmente complicado hacer algo en Italia. Tampoco creo que eso sea bueno».

Para ella, la fórmula más acertada en términos de equilibrio la tienen en Dinamarca o los Países Bajos, «porque allí tienen un número muy elevado de vacaciones pagadas y la gente realmente se preocupa por lo que hace y a dónde va en verano pero también su productividad por hora es muy alta. Probablemente sea una mezcla del sistema legal que protege el derecho a las vacaciones y una actitud hacia el trabajo que es muy saludable». 
 
Otra de las estudiosas en este terreno es Brené Brown, profesora en la Universidad de Houston-Texas, que ha explicado en varias ocasiones que esa ‘moda impuesta’ de tener la agenda siempre llena como justificación de la propia existencia puede esconder alguna que otra cosilla, más allá de la propia ambición laboral: «Una de las estrategias anestesiantes más universales es lo que yo llamo estar ‘ocupado como un loco’. Creo que cuando empiecen a hacer terapias para adictos al trabajo, van a necesitar alquilar estadios de fútbol. Somos una cultura que ha aceptado la idea de que, si nos mantenemos lo suficientemente ocupados, la verdad de nuestras vidas no nos alcanzará». Es decir, el trabajo como pretexto para evadir otras responsabilidades relacionadas con el hogar o el entorno familiar o social.

Y, a pesar de que, según el estudio de Bellezza, Paharia y Keinan, la tendencia de estar todo el rato contando lo liados que estamos y el poco tiempo de ocio que tenemos va en aumento, «las consecuencias fisiológicas indeseables de un estilo de vida con exceso de trabajo son bien conocidas (por ejemplo, el impacto negativo a largo plazo en la felicidad, el bienestar y la salud). Si el estilo de vida de «ocio total» de Violet Crawley puede resultar un poco anacrónico, como sociedad, tampoco deberíamos converger hacia un estilo de vida de «trabajo total». ¡Viva el fin de semana!», concluyen.
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