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sábado, 2 de agosto de 2025

NYT Pensar se está convirtiendo en un lujo


Mi amigo Jorge Moncayo comparte un artículo del NYT. 

Pensar se está convirtiendo en un lujo


"Cuando era una niña, en la década de 1980, mis padres me enviaron a una escuela Waldorf en Inglaterra. En esa época, la escuela desaconsejaba a los padres que permitieran a sus hijos ver demasiada televisión y, en cambio, les decían que hicieran hincapié en la lectura, el aprendizaje práctico y jugar al aire libre.

En aquel momento me molestó esta restricción. Pero quizá tuvieran razón: hoy no veo mucha televisión y sigo leyendo mucho. Sin embargo, desde mi época en la escuela, se ha impuesto una forma de tecnología mucho más insidiosa y tentadora: internet, sobre todo a través de los teléfonos celulares. Hoy sé que tengo que guardar el teléfono en una gaveta o en otra habitación si necesito concentrarme durante más de unos minutos.


Desde que hace aproximadamente un siglo se inventaron los llamados tests de inteligencia, hasta hace poco, las puntuaciones internacionales de coeficiente intelectual (CI) subían de manera constante en un fenómeno conocido como efecto Flynn. Pero hay pruebas de que nuestra capacidad para aplicar ese poder cerebral está disminuyendo. Según un informe reciente, las puntuaciones de alfabetización de los adultos se nivelaron y empezaron a descender en la mayoría de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en la última década, y algunos de los descensos más dramáticos se observaron entre los más pobres. Los niños también muestran una alfabetización decreciente.

En un artículo publicado en el Financial Times, John Burn-Murdoch lo relaciona con el auge de una cultura postalfabetizada en la que consumimos la mayor parte de los medios a través de los celulares, evitando los textos densos en favor de las imágenes y los videos cortos. Otras investigaciones han asociado el uso de celulares con los síntomas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en adolescentes, y una cuarta parte de los adultos estadounidenses encuestados sospechan ahora que podrían padecer esta condición. Los profesores de escuelas y universidades asignan menos libros completos a sus alumnos, en parte porque son incapaces de completarlos. Casi la mitad de los estadounidenses leyeron cero libros en 2023.

La idea de que la tecnología está alterando nuestra capacidad no solo de concentración, sino también de lectura y razonamiento, está calando. Sin embargo, la conversación para la que nadie está preparado es cómo esto puede estar creando otra forma de desigualdad.

Piensa en esto comparándolo con los patrones de consumo de comida basura: a medida que las chucherías ultraprocesadas se han hecho más accesibles e inventivamente adictivas, las sociedades desarrolladas han visto surgir una brecha entre quienes tienen los recursos sociales y económicos para mantener un estilo de vida sano y quienes son más vulnerables a la cultura alimentaria obesogénica. Esta bifurcación tiene una fuerte influencia de clase: en todo el Occidente desarrollado, la obesidad se ha correlacionado fuertemente con la pobreza. Me temo que lo mismo ocurrirá con la marea de la postalfabetización.

La alfabetización a largo plazo no es innata, sino que se aprende, a veces laboriosamente. Como ha ilustrado Maryanne Wolf, académica de la alfabetización, adquirir y perfeccionar una capacidad de “lectura experta” de formato largo altera literalmente la mente. Reconfigura nuestro cerebro, aumenta el vocabulario, desplaza la actividad cerebral hacia el hemisferio izquierdo analítico y perfecciona nuestra capacidad de concentración, razonamiento lineal y pensamiento profundo. La presencia de estas características a escala contribuyó a la aparición de la libertad de expresión, la ciencia moderna y la democracia liberal, entre otras cosas.

Los hábitos de pensamiento formados por la lectura digital son muy diferentes. Como muestra Cal Newport, experto en productividad, en su libro de 2016, Céntrate, el entorno digital está optimizado para la distracción porque diversos sistemas compiten por nuestra atención con notificaciones y otras exigencias. Las plataformas de las redes sociales están diseñadas para crear adicción, y el mero volumen de material incentiva intensos “bocados” cognitivos de discurso calibrados para la máxima compulsividad por encima del matiz o el razonamiento reflexivo. Los patrones de consumo de contenidos resultantes nos forman neurológicamente para hojear, reconocer patrones y saltar distraídamente de un texto a otro, si es que acaso utilizamos nuestros teléfonos para leer.

Cada vez más, el acto mismo de leer apenas parece necesario. Plataformas como TikTok y YouTube Shorts ofrecen una fuente inagotable de fascinantes videos cortos. Estos se combinan con memes visuales, noticias falsas, noticias reales, ciberanzuelos, desinformación a veces hostil y, cada vez más, un torrente de contenido basura generado por inteligencia artificial. El resultado es un entorno mediático que parece el equivalente cognitivo del pasillo de la comida basura y al que es tan difícil resistirse como a esos coloridos y poco saludables empaques de golosinas.

Un liberal clásico podría replicar: claro, pero al igual que con la comida basura, depende del individuo tomar decisiones saludables. Sin embargo, lo que esto no tiene en cuenta es que, al igual que los efectos negativos sobre la salud del consumo excesivo de comida basura, los daños cognitivos de los medios digitales serán más pronunciados en la parte inferior de la escala socioeconómica.

Ya estamos viendo indicios de eso. Como señala Wolf, desde hace mucho tiempo la alfabetización y la pobreza están correlacionadas. Ahora los niños pobres pasan más tiempo al día frente a las pantallas que los ricos: en un estudio de 2019, cerca de dos horas más al día para los preadolescentes y adolescentes estadounidenses cuyas familias ganaban menos de 35.000 dólares al año, en comparación con sus compañeros cuyos ingresos familiares superaban los 100.000 dólares anuales. Las investigaciones indican que los niños que están expuestos a más de dos horas al día de tiempo de pantalla recreativo tienen peor memoria de trabajo, velocidad de procesamiento, niveles de atención, habilidades lingüísticas y función ejecutiva que los niños que no lo están.

Sin rodeos: tomar decisiones cognitivas saludables es difícil. En una cultura saturada de formas de entretenimiento más accesibles y absorbentes, la alfabetización prolongada puede convertirse pronto en dominio de subculturas de élite.

Las élites, los grupos religiosos y los conservadores ya están adoptando límites autoimpuestos al uso de la tecnología. Entre 2019 y 2023, se abrieron en Estados Unidos más de 250 nuevas escuelas clásicas, muchas de ellas cristianas, con una ética centrada en la alfabetización de “grandes libros” de formato largo. Abundan las nuevas guías e iniciativas de esta multitud, como el reciente libro The Tech Exit: a Practical Guide to Freeing Kids and Teens From Smartphones, de Clare Morell, miembro de un grupo de reflexión conservador.

No solo se trata de conservadores. Figuras notables de la tecnología como Bill Gates y Evan Spiegel han hablado públicamente de frenar el uso de pantallas de sus hijos. Otros contratan niñeras a las que exigen que firmen contratos de “no teléfono”, o envían a sus hijos a escuelas Waldorf, donde esos dispositivos están prohibidos o fuertemente restringidos. Aquí la tijera de la clase social está muy afilada: la mayoría de las escuelas clásicas son instituciones de pago. Proteger a tus hijos del uso excesivo de dispositivos en la Escuela Waldorf de la Península te costará 34.000 dólares al año en los cursos de primaria.

Muchos estados de Estados Unidos, entre ellos California, están restringiendo el uso de celulares por parte de los alumnos, lo que en teoría debería igualar las condiciones. Pero es optimista suponer que esas normas se aplicarán con la misma determinación en las escuelas privadas de salones pequeños con menos estudiantes que en las escuelas públicas masivas, por no hablar de los hogares de estos estudiantes.

Incluso más allá de Silicon Valley, algunas personas limitan la estimulación digital (como las redes sociales o los videojuegos) durante periodos de tiempo determinados como parte de la práctica de superación personal del ayuno de dopamina.

El enfoque ascético de la salud cognitiva sigue siendo un nicho y se concentra entre los ricos. Pero a medida que las nuevas generaciones lleguen a la edad adulta sin haber vivido nunca en un mundo sin celulares, podemos esperar que la cultura se estratifique cada vez más. Por un lado, un grupo relativamente pequeño de personas conservará, y desarrollará intencionadamente, la capacidad de concentración y razonamiento de larga duración. Por otro, una población general más amplia será efectivamente postalfabeta, con todas las consecuencias que ello implica para la claridad cognitiva.

¿Qué ocurrirá si esto se cumple plenamente? Un electorado que ha perdido la capacidad de pensar largo y tendido será más tribal, menos racional, en gran medida desinteresado por los hechos o incluso por los registros históricos, estará más movido por las vibraciones que por argumentos convincentes y más abierto a ideas fantásticas y extrañas teorías conspirativas. Si esto te resulta familiar, puede ser una señal de lo lejos que ha llegado Occidente por este camino.

Para los operadores astutos, una población así ofrece nuevas oportunidades de corrupción. Los oligarcas que traten de moldear la política en su beneficio se beneficiarán del hecho de que pocos tendrán la capacidad de atención necesaria para seguir o cuestionar políticas en campos aburridos y técnicos; ahora lo que la mayoría quiere no es una investigación forense, sino un nuevo video corto que “humille” a la otra tribu. Podemos esperar que la clase gobernante se adapte pragmáticamente al declive colectivo de la capacidad racional del electorado, por ejemplo, conservando los rituales asociados a la democracia de masas, al tiempo que desplaza discretamente las áreas políticas clave fuera del alcance de una ciudadanía caprichosa y fácilmente manipulable. Yo no celebro esto, pero nuestra juventud nativa de la red parece no inmutarse: las encuestas internacionales muestran un apoyo decreciente a la democracia entre la Generación Z.

Para que quede claro, no hay razón para que la oportunidad de marginar al electorado o de arbitrar la brecha entre las vibraciones y la política favorezca especialmente al equipo republicano o al demócrata. Este mundo postalfabetizado favorece a los demagogos que saben cambiar entre el lenguaje político de la élite y el lenguaje populista de los memes. Favorece a los oligarcas con destreza en las redes sociales y a los que tienen más seguridad en sí mismos que integridad. No favorece a los que tienen poco dinero, poco poder político y nadie que hable en su nombre."


Mary Harrington es una periodista radicada en el Reino Unido. Es redactora colaboradora de UnHerd y autora de Feminism Against Progress y el libro de próxima publicación, The King and the Swarm.

 

Existen algunos artículos sobre el tema, comparto:
 

"Hace décadas confiábamos en nuestra memoria para recordar numeros de teléfono, usábamos reglas aritméticas manualmente, tablas logarítmicas, o incluso mecánicas de cálculo.

Pero una pregunta persiste:

¿Hasta qué punto la tecnología nos libera o nos empobrece cognitivamente?.... ¿Nos estamos haciendo obsoletos?
 


El fenómeno del deskilling (descenso de habilidades)

El término deskilling describe cómo la dependencia excesiva en herramientas - desde robots en líneas de producción hasta la IA - puede erosionar nuestras capacidades profesionales. Hoy, este riesgo se traslada a nuestras habilidades de pensamiento crítico, memoria, creatividad y juicio. ¿Será que no solo nuestra estabilidad cognitiva esta en riesgo y estamos empezando a confiar en la IA y otras tecnologías ciegamente?

Según un estudio de la UNSW Business School, el uso intensivo de IA está relacionado con una menor capacidad de razonamiento a largo plazo. El profesor Frederik Anseel advierte: ( Información detalladas en Fuente 1)

  1. “El riesgo más reciente es que la IA socave habilidades básicas, llamandolo skill decay...”
  2. “Para quienes han dedicado miles de horas a la escritura, el análisis y la lectura, la IA es una herramienta fantástica, un cerebro auxiliar que les permite ser diez veces más productivos. Pero ¿y si nunca hubieran tenido esa práctica? ¿Y si escribir textos con ChatGPT se volviera tan natural que ya no escribieran?”.
  3. "A medida que delegamos más funciones cognitivas a la inteligencia artificial, corremos el riesgo de dejar de ejercitar habilidades fundamentales como el pensamiento crítico, la escritura clara, el análisis y la lectura profunda."
  4. "Para quienes están en formación o en etapas tempranas de su carrera, usar IA sin conciencia puede obstaculizar el desarrollo de habilidades esenciales."

Creamos realidades personales bajo la definición de conversaciones personales / colectivas y si dejamos de escribir y leer confiando en lo que nos dice una tecnología... ¿que pasará?... Si una máquina escribe por nosotros, ¿Seremos conscientes de lo que realmente pensamos?

A nivel humano existe una tendencia a seguir lo que escuchamos, lo que creemos cierto, lo que de alguna forma resuena con nosotros, o lo que se va formando con inteligencia colectiva, es un proceso de consciencia plena el escuchar nuestros propios pensamientos, ideales... ¿Y si exponencialmente la IA piensa por nosotros? esos espacios de conexión personal y con nuestros pensamientos podrían resultar más complejos si no hacemos un uso consciente de la IA.
 

 


El CEO de Mistral AI, Arthur Mensch, coincide en algunos puntos importantes de este debate: ( Información detalladas en Fuente 2)

  1. “El mayor riesgo con la IA no es que reemplace empleos: es que nos vuelva demasiado cómodos, dependientes y, en última instancia, demasiado perezosos para pensar o actuar por nosotros mismos.”
  2. “Cuando las máquinas lo hacen todo por nosotros, corremos el riesgo de perder el impulso de aprender, adaptarnos e innovar. El peligro no es que la IA tome el control, sino que dejemos de intentarlo”
  3. “Enfatiza la importancia de mantener a los humanos activamente involucrados en revisar y criticar los resultados de la IA para preservar el aprendizaje y las capacidades analíticas.”

Sin duda estamos en un momento donde es necesario que los procesos de aprendizaje cambien, en donde nuestro enfoque de agregación de valor en nuestras relaciones personales y de trabajo se cuestión en cuando estamos usando IA y será un momento de inflexión en la sociedad.

Investigaciónes recientes

1.AI Tools in Society: Impacts on Cognitive Offloading and the Future of Critical Thinking: (octubre 2024 a enero 2025) Se realizo un estudio con 666 participantes reveló una correlación negativa fuerte (r: –0.68) entre el uso frecuente de herramientas de IA y las habilidades de pensamiento crítico . Al mismo tiempo, la delegación cognitiva (o cognitive offloading) aumentaba con la frecuencia de uso. En términos mas sencillos : confiamos más y pensamos menos. Correlación negativa: indica que a medida que aumenta una variable, la otra disminuye. En este caso: cuanto más frecuentemente se usa la IA, menor es el nivel de pensamiento crítico observado en los participantes. Este resultado puede hacernos pensar en que:

Las personas que usan muy frecuentemente herramientas de IA (como ChatGPT, copilots, asistentes de escritura, etc.) tienden a pensar menos críticamente por sí mismas.
Podrían estar delegando su juicio, análisis o cuestionamiento profundo, confiando demasiado en lo que la IA entrega sin cuestionarlo ni contrastarlo.
Podremos perder capacidades cognitivas y habilidades humanas si no usamos conscientemente estas herramientas.

2. Investigación del MIT ( Instituto Tecnológico de Massachusetts): (Abril 2025) En un experimento con 54 participantes que escribieron sin y con IAGenerativa. Los que usaron IA presentaron menor actividad cerebral y menos creatividad. Hubo baja retención del contenido y dificultad para recuperar lo escrito, es decir luego del ejercicio, cuando se les pidió que explicaran o recordaran lo que habían creado, tuvieron problemas para reconstruir las ideas, argumentar o incluso parafrasear lo generado por la IA. Definieron el fenómeno como “metacognitive laziness” o pereza metacognitiva.

El “imperativo humano”: equilibrio con propósito
 
Entonces, ¿cómo aprovechamos la IA sin perder lo que nos hace humanos?... ¿deseamos quedar obsoletos o parar con esta posible realidad a futuro?

  1. Diseña IA que desafíe, no que responda: herramientas IA que pregunten antes de entregar, promoviendo reflexión .
  2. Sistema de revisión humana obligatorio: antes de enviar, pregunta: ¿entiendo esto? ¿Lo puedo argumentar?
  3. Reserva momentos “sin IA”: como en tiempos de teléfonos físicos y concursos mentales. Ejercita memoria, cálculo manual o brainstorming sin pantallas.
  4. Potencia habilidades esenciales: pensamiento crítico, juicio ético, creatividad en el contexto de generar ideas , soluciones y expresiones originales y útiles que están conectadas con el entorno que conocemos y vivimos sin ayuda de asistentes, aumentar nuestra capacidad de síntesis, escribir sin IA, hacer cálculos manuales, leer sin ayuda de herramientas automáticas, reflexionar antes de delegar nuestras actividades a herramientas IA y conectar con todo aquello que nos apasiona de manera genuina para potenciar nuestras capacidades autenticas.


Llamado a líderes y estrategas

No basta con adoptar IA: hay que hacerlo con intención estratégica y auto-cuidado cognitivo.

Las organizaciones que escalen tecnología sin fortalecer cultura y mente humana perderán su verdadera ventaja: su capacidad de innovación y adaptación.

Siento como parte de mi propósito personal acompañar equipos a diseñar esa human+AI inteligente, empática y adaptativa, donde la tecnología potencia, no anula, nuestra inteligencia.

Te invito a reflexionar con este desafío:

¿Cómo equilibras estos avances con tu bienestar intelectual y salud mental?

¿Qué prácticas puedes implementar hoy para proteger lo más valioso: nuestra mente?

Porque el futuro del trabajo no es entre humano o máquina. Es humano y máquina.

Y depende del equilibrio que decidamos construir de manera consciente."
 

 

Etna Estrella

Gestión y Planificación Tecnológica, Agility Coach, Consultora de Cambio Organizacional y Transformación Digital en contextos de agilidad e innovación.


 



"La lectura no es una habilidad con la que nacemos: son circuitos cerebrales que la humanidad tardó miles de años en desarrollar y perfeccionar. Decodificar letras, símbolos y significados transformó nuestros cerebros y creó algo que no existía cuando surgió nuestra especie. 
 
La neurocientífica Maryanne Wolf, autora del libro “El cerebro lector”, profundiza sobre este tema y advierte que nuestra capacidad de lectura profunda está en riesgo debido a nuestros hábitos digitales. 
 
En este video te contamos cómo la lectura transforma nuestro cerebro y qué riesgos pueden surgir debido al exceso de la pantallas...."

 
En primera persona
 
Jorge está disfrutando de una temporada en la playa en Same, Esmeraldas, playa sin presencia de viajeros.

 





Saludamos en Quito, en julio 2025 en el IESS, realizando un trámite para el pago de nuestra liquidación en la UCE.


 

1 comentario:

  1. Es muy cierto, la pantalla está enbruteciendonos, por no decirlo menos crudo

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