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martes, 23 de diciembre de 2025

Llegamos a Navidad

 

 


"A veces se nos olvida, pero somos tan afortunados de haber llegado hasta aquí… a esta edad donde los silencios pesan menos y las verdades pesan más. Y sí, hemos perdido cosas en el camino, pero la vida también nos dejó cuatro lujos que no caben en ninguna cartera y que no se compran ni con todo el oro del mundo.

El primero es la salud.
Ese lujo que nunca valoramos cuando lo tenemos a manos llenas. Antes corríamos, subíamos escaleras, cargábamos bolsas y hasta los achaques eran ajenos. Hoy quizá ya no nos funciona al cien, pero mira nada más: seguimos aquí. Respirando, caminando despacito, tomando el café calentito con las dos manos, y agradeciendo que todavía nos alcanza el cuerpo para disfrutar lo que queda. Aunque sea poquito, aunque algunas piezas ya truenen… la salud es un lujo que se celebra cada mañana.

El segundo es la paz.
Ese regalo que solo llega cuando uno ya peleó lo que tenía que pelear, cuando lloró lo que tenía que llorar y cuando entendió que no todo está en nuestras manos. La paz es ese respiro profundo que te dice: “hiciste lo que pudiste, lo que te alcanzó, lo que tu corazón creyó correcto”. Y dormir tranquilo, sin cuentas pendientes con el alma, esa sí que es riqueza pura.

El tercer lujo es la sabiduría.
La de verdad, no la que se presume con títulos colgados en la pared. Hablo de la sabiduría que se gana a golpes, a fuerza de caídas, de pérdidas, de amores que se fueron y días que parecían no terminar nunca. La sabiduría que te enseña a leer la vida aunque no tengas un solo libro abierto. La que te dice cuándo quedarte, cuándo irte y cuándo guardar silencio. Esa sabiduría que nadie te enseñó… pero que la vida te obligó a aprender.

Y el cuarto lujo… la familia.
La que te tocó o la que tú misma formaste con cariño, con esfuerzo, con errores y aciertos. A veces no es perfecta, a veces no es de sangre, a veces es pequeña, remendada, diferente… pero es familia. Y quien ha tenido aunque sea un pedacito de amor verdadero sabe que eso también es un lujo que no todos conocen.

Así que hoy abrázate fuerte.
Porque quizá no tengamos los cuatro lujos completitos, quizá alguno cojee, quizá otro nos falte… pero si al menos uno de ellos sigue vivo en nuestra vida, ya somos más ricos que muchos.

Disfrútalos.
Porque llegar a esta edad ya es un privilegio…
y vivirla con conciencia, con gratitud y con amor,
es el lujo más grande de todos."

Milka MagTorre
 
 
 
 
 
 
  
 
"Perder a un padre no es solo perder a un hombre: es perder al que te sostuvo cuando el mundo parecía venirse abajo, al que no decía “te amo” con flores, sino con acciones. Al que no lloraba contigo, pero se tragaba el mundo para que tú no lo hicieras. Ese que no necesitaba muchas palabras, porque su amor se entendía en el silencio.

Y cuando se va… se va con parte de ti.

Porque nadie te enseña a vivir sin esa voz que te calmaba, sin ese consejo que parecía llegar justo a tiempo, sin esa mirada que te decía “todo va a estar bien”, aunque nada estuviera bien.

Se extraña hasta lo que antes molestaba: sus sermones, su manía de ver noticias a todo volumen, sus formas medio toscas pero llenas de intención.
Porque uno no valora lo cotidiano… hasta que se convierte en recuerdo.

Y claro, la vida sigue.
Pero hay días donde su ausencia grita más fuerte que cualquier celebración.
Cumpleaños, logros, caídas… todo duele diferente cuando él ya no está.
Y aunque aprendes a vivir con el vacío, no se llena. Solo aprendes a respirar con él.
 
Pero ¿sabes qué no se va?
Su legado.
Su forma de mirar la vida.
Su fuerza, su ejemplo, su esencia en ti.
Porque si algo te enseñó papá, es a seguir, a luchar, a amar con el alma.

Así que no, no lo superas…
Pero lo honras.
Cada vez que haces lo correcto, que ayudas a alguien, que te levantas aunque duela.
Ahí está él.
No en cuerpo, pero sí en todo lo que sembró en tu alma.

Porque papá no murió…
Solo se adelantó para esperarte con el café listo y una sonrisa en el cielo."

Autor desconocido
 
 
 
 
 

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