Hay
besos que pronuncian por sí solos
la
sentencia de amor condenatoria,
hay
besos que se dan con la mirada
hay
besos que se dan con la memoria.
Hay
besos silenciosos, besos nobles
hay
besos enigmáticos, sinceros
hay
besos que se dan sólo las almas
hay
besos por prohibidos, verdaderos.
Hay
besos que calcinan y que hieren,
hay
besos que arrebatan los sentidos,
hay
besos misteriosos que han dejado
mil
sueños errantes y perdidos.
Hay
besos problemáticos que encierran
una
clave que nadie ha descifrado,
hay
besos que engendran la tragedia
cuantas
rosas en broche han deshojado.
Hay
besos perfumados, besos tibios
que
palpitan en íntimos anhelos,
hay
besos que en los labios dejan huellas
como un
campo de sol entre dos hielos.
Hay
besos que parecen azucenas
por
sublimes, ingenuos y por puros,
hay
besos traicioneros y cobardes,
hay
besos maldecidos y perjuros.
Judas
besa a Jesús y deja impresa
en su
rostro de Dios, la felonía,
mientras
la Magdalena con sus besos
fortifica
piadosa su agonía.
Desde
entonces en los besos palpita
el
amor, la traición y los dolores,
en las
bodas humanas se parecen
a la
brisa que juega con las flores.
Hay
besos que producen desvaríos
de
amorosa pasión ardiente y loca,
tú los
conoces bien son besos míos
inventados
por mí, para tu boca.
Besos
de llama que en rastro impreso
llevan
los surcos de un amor vedado,
besos
de tempestad, salvajes besos
que
solo nuestros labios han probado.
¿Te
acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió
tu faz de cárdenos sonrojos
y en
los espasmos de emoción terrible,
llenáronse
de lágrimas tus ojos.
¿Te
acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi
celoso imaginando agravios,
te
suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué
viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te
enseñé a besar: los besos fríos
son de
impasible corazón de roca,
yo te
enseñé a besar con besos míos
inventados
por mí, para tu boca.
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