sábado, 30 de noviembre de 2019

Conoce tu valor - El Relojero que arreglaba las vidas






Trascribo el texto:

"Un padre antes de morir le dijo a su hijo: "este es un reloj que tu abuelo me dio, tiene más de 200 años. Pero antes de que te lo entregue, te pido que vayas a la relojería del centro, y les digas que quieres venderlo, así ves lo mucho que vale."

El hijo fue, luego regresó con su padre y dijo: "el dueño de la relojería me paga 5 dólares porque dice que es viejo."

El padre le dijo: "anda a la cafetería y pregúntale al dueño cuánto te da ?."

El hijo fue y al regresó dijo: "también me paga 5 dólares papá."

"Por último anda al museo y muéstrale ese mismo reloj al director."

Se fue, luego regresó y le dijo a su padre: "me dijo que cuesta un millón de dólares!!!

El padre le dijo: "quería hacerte saber que en el lugar correcto sabrán tu VALOR de una manera correcta. No te pongas en el lugar equivocado, y si lo haces, no te enojes si no te valoran. Quien sabe tu valor es quien te aprecia, no te quedes en un lugar que no te conviene"

Conoce tu valor."
 
Segundo acto

Si tienes TIEMPO léelo tu sabrás que hacer después....feliz día

"El Relojero que arreglaba las vidas

Cada mañana, a las 7:30, el viejo Martín abría su pequeña relojería en el centro de su ciudad. A los 78 años, sus manos seguían siendo las más precisas del barrio. La gente decía que arreglaba relojes como quien cura heridas: con paciencia infinita.
 
Una tarde lluviosa, entró Daniel, un ejecutivo de 32 años con el rostro tenso por el estrés. Dejó caer su reloj de lujo sobre el mostrador y dijo:
 
-Necesito que lo arregle urgentemente. Ha perdido dos minutos en una semana y tengo reuniones importantes. ¿Puede tenerlo listo para mañana?
 
Martín observó primero al joven, luego al reloj.
-Los relojes son como las personas, respondió con calma. Cuando se apresuran demasiado, algo en su interior comienza a fallar.
 
Daniel miró su teléfono con impaciencia y replicó:
-Solo necesito que funcione perfectamente.
-Tomará tres días, sentenció el anciano.
-¡Imposible! Pagaré el doble si lo tiene mañana.
 
Martín negó con la cabeza y guardó el reloj en un cajón.
-Vuelve en tres días. Y mientras tanto, lleva este.
Le entregó un antiguo reloj de bolsillo de bronce.
 
Daniel lo miró con desdén, pero lo aceptó por necesidad.
 
Durante los siguientes días, Daniel notó algo extraño. Aquel viejo reloj funcionaba diferente: algunas horas parecían durar eternidades, otras pasaban en un suspiro. En reuniones tediosas, las manecillas apenas se movían. Pero cuando almorzaba con su hija pequeña, el tiempo volaba.
 
Al tercer día, regresó intrigado y desconcertado.
-Su reloj está defectuoso. El tiempo corre irregular.
Martín sonrió y le dijo:
-No está defectuoso. Está sincronizado con tu alma, no con los satélites. Marca el tiempo según lo vives, no según lo mides.
En ese instante le devolvió su reloj de lujo, perfectamente ajustado y le dijo:
-Este volverá a perder precisión si tú sigues perdiendo vida.
Daniel miró ambos relojes, confundido...
-Las personas modernas consultan la hora cien veces al día, pero nunca tienen tiempo, continuó Martín. Llevan relojes perfectos en muñecas vacías.
-¿Qué sugiere entonces? preguntó Daniel, genuinamente interesado.
-Que entiendas que hay dos tipos de tiempo: el que pasa y el que vives. Mi padre me enseñó que un reloj puede medir segundos, pero solo el corazón mide momentos.
Mientras Daniel observaba el antiguo reloj de bolsillo con nuevos ojos, preguntó:
-¿Cuánto le debo por la reparación?
-Por el reloj, cincuenta euros. Por la lección sobre el tiempo... esa la pagas viviendo diferente.
 
Semanas después, Daniel regresó y dejó sobre el mostrador el reloj de bolsillo...
-¿Se ha estropeado?, preguntó Martín.
-No, dijo Daniel sonriendo. Quiero comprarlo. He renunciado a mi trabajo en la capital. Abriré mi propio negocio aquí, con horarios que me permitan recoger a mi hija del colegio.
El anciano le respondió:
-Los relojes más valiosos no se venden, se heredan. Consérvalo. Algún día entenderás que la puntualidad más importante es la de estar presente cuando la vida te necesita.
 
Martín murió ese invierno. En su testamento dejó su relojería a Daniel, con una nota:
-Para quien aprendió que arreglar relojes no es tan importante como arreglar vidas.
Hoy, cuando entras en esa tienda, verás un cartel que dice:
-No vendemos tiempo. Solo recordamos cómo vivirlo.

Hay veces que necesitamos que se detengan nuestros relojes para que vuelva a latir nuestro corazón."

(Autor: Desconocido) 
 
 

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