"Tras la repentina muerte de su madre, Beatriz -de 43 años-, sólo necesitó un segundo para darse cuenta de que ella y sus cuatro hermanos debían encargarse de cuidar de su padre, al que hasta el momento atendía su esposa fallecida
El pasado mes de abril, Javier, de 90 años, encontró a su mujer fallecida de repente en su domicilio. Ella era la cuidadora de su marido, dependiente en grado 2. «En ese preciso instante –asegura su hija Beatriz de 43 años– supimos que mis cuatro hermanos y yo tendríamos que ocuparnos de mi padre», reconoce a ABC.
Al principio se lo turnaban entre los cinco. Con Beatriz estaba de lunes a jueves porque su trabajo es más flexible y podía permitírselo. Los fines de semana Javier regresaba a su casa donde el resto de hijos hacían un horario para no dejarle solo. «Nos planteamos llevarle a una residencia, pero rápidamente nos quitamos la idea. Mi padre trabajó en un banco y le ha quedado una buena pensión, por lo que optamos por contratar a una empresa para que mandara a una profesional. Dímos muchas vueltas, hablamos con mucha gente y al final nos decidimos por Qida. Les especificamos qué perfil necesitamos y en sólo dos días vino una mujer a encargarse de mi padre».
Según Beatriz, ella y sus hermanos se sienten muy afortunados porque, tal y como están las cosas «sin dinero es muy difícil atender como se merecen nuestros mayores. Hay personas que tienen una pensión de 600 euros y de esta forma es imposible pagar una residencia o a alguien que cuide de ellos. En nuestro caso destinamos 1.800 euros mensuales para que una persona cuide a mi padre. Mis hermanos y yo tenemos hijos que atender, trabajos con horarios..., como muchas otras familias, y de no haber podido mi padre, hubiéramos tenido que costear sus cuidados o dejar alguno el trabajo para atenderle. Es muy dura la situación. Además, no hay que olvidar que en este tipo de situaciones son los hijos los que toman decisiones y hay una familia extensa, como los cuñados y cuñadas, a los que también les afecta muy directamente este tipo de atenciones en los casos en los que tienen que desplazarse al domicilio del mayor o que llevarlo a su casa durante una temporada. Muchas estructuras familiares se ven muy afectadas».
Para las personas que se encuentren en una situación parecida a la que vivió cuando falleció su madre y su padre se quedó solo, Beatriz les recomienda que siempre «elijan la mejor fórmula que encuentren según sus posibilidades sin perder de vista el principal objetivo que es que la persona mayor se encuentre bien y viva con la mayor calidad posible».
Según el último informe de Qida —elaborado con datos del INE y fuentes propias–, el 95% de los mayores dependientes quieren vivir en su casa el mayor tiempo posible. Oriol Fuertes, CEO de la compañía, considera que, a pesar de que en los últimos años se han dado pasos importantes con la Ley de Dependencia y su reciente reforma, «aún quedan aspectos a mejorar, desde la agilidad en los procesos hasta el refuerzo de los apoyos disponibles. El objetivo debe estar en que más personas puedan vivir más tiempo en casa y con mejor calidad de vida, y, para ello, es necesario reforzar los recursos públicos y acelerar las medidas que ya están en marcha».
Considera que también es importante dar un paso más hacia un modelo centrado en la persona y en quienes cuidan, tanto profesionales como familias. «Aquí la colaboración público-privada es clave: unir la capacidad del sistema público con la innovación y la cercanía de las empresas permitirá llegar más lejos y garantizar una atención de calidad y sostenible en el tiempo. La tecnología -en su opinión- juega un papel decisivo, pero siempre al servicio del cuidado humano. Desde soluciones de monitorización que anticipen riesgos hasta herramientas digitales que mejoren la coordinación entre profesionales y familias. La innovación permite prevenir, personalizar y medir el impacto real en la calidad de vida«.
Actualmente hay en nuestro país más de 1,4 millones de personas mayores que viven en situación de dependencia. De ellas, un 87% recibe atención de su entorno cercano gracias a la labor de hijos, familiares, vecinos o voluntarios que prestan cuidados sin remuneración. Sin embargo este cuidado informal se ha reducido cerca de un 60% en los últimos 40 años, debido fundamentalmente «al descenso de la natalidad en España y a que las unidades familiares se han hecho más pequeñas mientras que la proporción de personas mayores que viven solas ha crecido de forma constante, especialmente entre mujeres de más de 80 años», concluye Fuertes."
El pasado mes de abril, Javier, de 90 años, encontró a su mujer fallecida de repente en su domicilio. Ella era la cuidadora de su marido, dependiente en grado 2. «En ese preciso instante –asegura su hija Beatriz de 43 años– supimos que mis cuatro hermanos y yo tendríamos que ocuparnos de mi padre», reconoce a ABC.
Al principio se lo turnaban entre los cinco. Con Beatriz estaba de lunes a jueves porque su trabajo es más flexible y podía permitírselo. Los fines de semana Javier regresaba a su casa donde el resto de hijos hacían un horario para no dejarle solo. «Nos planteamos llevarle a una residencia, pero rápidamente nos quitamos la idea. Mi padre trabajó en un banco y le ha quedado una buena pensión, por lo que optamos por contratar a una empresa para que mandara a una profesional. Dímos muchas vueltas, hablamos con mucha gente y al final nos decidimos por Qida. Les especificamos qué perfil necesitamos y en sólo dos días vino una mujer a encargarse de mi padre».
Según Beatriz, ella y sus hermanos se sienten muy afortunados porque, tal y como están las cosas «sin dinero es muy difícil atender como se merecen nuestros mayores. Hay personas que tienen una pensión de 600 euros y de esta forma es imposible pagar una residencia o a alguien que cuide de ellos. En nuestro caso destinamos 1.800 euros mensuales para que una persona cuide a mi padre. Mis hermanos y yo tenemos hijos que atender, trabajos con horarios..., como muchas otras familias, y de no haber podido mi padre, hubiéramos tenido que costear sus cuidados o dejar alguno el trabajo para atenderle. Es muy dura la situación. Además, no hay que olvidar que en este tipo de situaciones son los hijos los que toman decisiones y hay una familia extensa, como los cuñados y cuñadas, a los que también les afecta muy directamente este tipo de atenciones en los casos en los que tienen que desplazarse al domicilio del mayor o que llevarlo a su casa durante una temporada. Muchas estructuras familiares se ven muy afectadas».
Para las personas que se encuentren en una situación parecida a la que vivió cuando falleció su madre y su padre se quedó solo, Beatriz les recomienda que siempre «elijan la mejor fórmula que encuentren según sus posibilidades sin perder de vista el principal objetivo que es que la persona mayor se encuentre bien y viva con la mayor calidad posible».
Según el último informe de Qida —elaborado con datos del INE y fuentes propias–, el 95% de los mayores dependientes quieren vivir en su casa el mayor tiempo posible. Oriol Fuertes, CEO de la compañía, considera que, a pesar de que en los últimos años se han dado pasos importantes con la Ley de Dependencia y su reciente reforma, «aún quedan aspectos a mejorar, desde la agilidad en los procesos hasta el refuerzo de los apoyos disponibles. El objetivo debe estar en que más personas puedan vivir más tiempo en casa y con mejor calidad de vida, y, para ello, es necesario reforzar los recursos públicos y acelerar las medidas que ya están en marcha».
Considera que también es importante dar un paso más hacia un modelo centrado en la persona y en quienes cuidan, tanto profesionales como familias. «Aquí la colaboración público-privada es clave: unir la capacidad del sistema público con la innovación y la cercanía de las empresas permitirá llegar más lejos y garantizar una atención de calidad y sostenible en el tiempo. La tecnología -en su opinión- juega un papel decisivo, pero siempre al servicio del cuidado humano. Desde soluciones de monitorización que anticipen riesgos hasta herramientas digitales que mejoren la coordinación entre profesionales y familias. La innovación permite prevenir, personalizar y medir el impacto real en la calidad de vida«.
Actualmente hay en nuestro país más de 1,4 millones de personas mayores que viven en situación de dependencia. De ellas, un 87% recibe atención de su entorno cercano gracias a la labor de hijos, familiares, vecinos o voluntarios que prestan cuidados sin remuneración. Sin embargo este cuidado informal se ha reducido cerca de un 60% en los últimos 40 años, debido fundamentalmente «al descenso de la natalidad en España y a que las unidades familiares se han hecho más pequeñas mientras que la proporción de personas mayores que viven solas ha crecido de forma constante, especialmente entre mujeres de más de 80 años», concluye Fuertes."
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