viernes, 27 de junio de 2025

Pan tostado… completamente quemado.



"Después de un día pesado en el trabajo, mi mamá sirvió la cena y puso frente a mi papá un pan tostado… completamente quemado.

Yo, siendo niño, me quedé esperando a ver si él decía algo… pero no.

Él tomó el pan, le sonrió a mi mamá, me preguntó cómo me había ido en la escuela y se lo comió sin decir nada.
 
No recuerdo qué le respondí, pero sí me quedó grabado cómo le untó mantequilla y mermelada… y se lo comió entero, como si nada.
 
Esa noche, al terminar de cenar, escuché a mi mamá disculparse por haber quemado el pan.
 
Y mi papá, con la misma calma de siempre, le dijo:
—No te preocupes, a veces me gusta el pan bien tostadito.
 
Más tarde, cuando fui a darle las buenas noches, no aguanté la duda y le pregunté si de verdad le gustaba así.
 
Me abrazó y me dijo algo que hasta hoy no olvido:
 
—Tu mamá tuvo un día duro, y un pan quemado no le hace daño a nadie.
La vida está llena de cosas imperfectas y de personas que también lo somos. Aprender a aceptar los errores y valorar las diferencias es lo que hace que una relación dure.
 
Un pan quemado jamás debe romper un corazón.
Y luego, con esa paciencia suya, me dijo:
—Todos estamos librando batallas que los demás no ven. Así que sé amable, más de lo que creas necesario.
Porque en esta vida nadie lo tiene todo resuelto, y muchas veces, no alcanza ni la vida entera para aprender a vivirla.
 
Después me dio un beso en la frente y dijo:
—La felicidad no es un camino recto. Tiene curvas llamadas errores, semáforos que son los amigos, luces de precaución que se llaman familia.
Y aunque a veces el camino se sienta difícil, todo se puede si llevas contigo:
Una llanta de repuesto que se llama decisión.
Un motor poderoso llamado amor.
Un seguro firme que se llama fe.
Un tanque lleno de paciencia…
Y sobre todo, un conductor experto: Dios."
 
Susana Rangel

 

 

 

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