“El tiempo que nada perdona, ha cargado de años y de recuerdo la figura de mi madre, dotándole de una poderosa voluntad de servir a sus hijos sin tiempo, sin cansancio y sin medida; porque en el corazón de toda madre, ningún sacrificio es suficiente si es en beneficio de sus hijos.
Todas las mañanas, en los anhelos del cariño materno estamos presentes los hijos, antes que el amanecer del nuevo día, Porque la jornada diaria perdería su significación y trayectoria si no está dedicada al ideal de su vida, y cuando al atardecer deja sus faenas, rendida de cansancio, se da tiempo de elevar una oración al Supremo Hacedor, porque nos presiente en su cariñoso regazo, rememorando los días lejanos en los que, pequeños aún con travesuras y mil inquietudes forjábamos el futuro familiar que el destino se encargó de alterar en la ilusión de Madre.
Los sinsabores y los hijos, en la vorágine de las nuevas tendencias de libertad distorsionada, empobrecen la sabia vital que mantiene la vida del corazón de toda madre; son las nuevas teorías y el cambio radical moderno a la nueva concepción de las obligaciones de los padres, con todo el impacto del inquietante destino de la humanidad.
Toda Madre está dotada de los más nobles atributos, jamás podríamos los hijos sintetizar sus dones, sin conocer sus anhelos, sin sentir su influencia en el diario trajinar de nuestra vida y, en el ocaso de sus años, sin rodearla de la cariñosa comprensión que con esmero tuvo para nosotros en nuestros años juveniles.
Anhelo que las madres de mi ciudad, síntesis de bondad del corazón humano, reciban el homenaje más delicado en este día de exaltación de sus virtudes.”
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