“Quiteños de bien".
Término que él lo utiliza con sorna, con desprecio para referirse a miles y miles de quiteños. Jamás entenderá lo que significa realmente.
Igual que el símil de la abeja y la mosca.
La primera llega a su comida guiada por el aroma de las flores; la segunda, por el repugnante olor a mierda. Que la mosca acepta, ya que esa es su función, y no está en capacidad de percibir lo de la abeja.
Los "Quiteños de bien" conversamos; él insulta.
Los "Quiteños de bien" proponemos, él extorsiona.
Los "Quiteños de bien" trabajamos, arriesgamos, nos superamos.
El, amenaza con destruír tolo lo tan laboriosamente conseguido. Porque más daño hace un estúpido que un terremoto.
El motor de un "Quiteño de bien" es el inconmensurable amor a su ciudad, a su familia, a su apellido. Amor que le permite emprender, soñar y conseguir lo anhelado.
La motivación de él, es el resentimiento social. Fuente inagotable de odio y rencor, que implica desprecio por todo lo exitoso, por lo diferente. Porque no lo entiende, porque no asimila que la vida va hacia adelante, por el parabrisas. Sus taras lo mantienen inmóvil en el pensamiento de siglos anteriores, alimentado por el argumento de sojuzgamiento, negándose a ver y constatar que muchos de sus semejantes alcanzaron ya grados de superación y bienestar. Que estudian y se forman en las mejores universidades, dejando lo atávico atrás, rompiendo esas cadenas que les impedían volar.
Los "Quiteños de bien" exigiremos reparación por todo lo destruído, por lo infamemente atacado. Puedes estar seguro, Iza, que nos encontrarás cara a cara, y reconocerás a un "Quiteño de bien" por su porte erguido, su sonrisa franca, su caminar decidido, propio de la gente de bien.
Nos encontraremos.
(O) Nelson Maldonado”
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