Todos los años hacíamos un acto con mi hijo Juan José.
Los Padres de Familia y alumnos esperábamos en los exteriores del aula, hasta que el tutor nos invite a ingresar para presentar las calificaciones.
De repente, Yo iniciaba
dando un grito a todo pulmón, muy fuerte y con voz grave: “Juan José”. Cuando llamo a mi hijo por los dos nombres (sin diminutivo) sabe que una negra nube se avecina.
A continuación me sacaba la correa, blandiendo al aire le perseguía reclamando por sus bajas calificaciones.
A continuación me sacaba la correa, blandiendo al aire le perseguía reclamando por sus bajas calificaciones.
Juan José se
escabullía, por los padres de familia y compañeros, buscando unos brazos que le cobijen y lo salven de la tragedia (castigo físico) que se rondaba sobre su humanidad, mientras gritaba:
“Papá solo me quedé a supletorio en nueve
de las once materias”.
Algún Padre
de Familia, Docente o compañero hacia el esfuerzo por contener mi intento de reprimenda. Lograba
evadirlo y continuaba en la persecución. Juan José siempre corría por donde había
más personas.
Pasados unos minutos de perseguirle, me cansaba y declinaba continuar con este espectáculo.
Pasados unos minutos de perseguirle, me cansaba y declinaba continuar con este espectáculo.
Por cierto,
más de algún espectador me veía con cara de asombro y me aconsejaba sobre la
forma de reprender a un hijo.
Juan José,
nunca se quedó a supletorio, solo colaboraba con este acto.
César Alberto, tampoco se quedó a supletorio. A él no podía hacer este espectáculo.
Les comparto la publicación original
Durante la etapa escolar de mis hijos, publiqué información en los blogs.
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