Anécdota
de "Cien años de soledad" contada por Gabriel García Márquez
En
el artículo, Así escribí 'Cien años de soledad', ´publicado el 27 de marzo de 2007
en El País, ubiqué una trascripción del video, que la copio “porque luego no está
disponible la referencia”
"Ni
en el más delirante de mis sueños en los días en que escribía Cien años de
soledad llegue a imaginar en asistir a este acto para sustentar la edición de
un millón de ejemplares. Pensar que un millón de personas pudieran leer algo
escrito en la soledad de mi cuarto con 28 letras del alfabeto y dos dedos como
todo arsenal parecería a todas luces una locura, hoy las academias de la lengua
lo hacen con un gesto hacia una novela que ha pasado ante los ojos de cincuenta
veces un millón de lectores y ante un artesano insomne como yo, que no sale de
la sorpresa por todo lo que le ha sucedido. Pero no se trata de un
reconocimiento a un escritor.
Este
milagro es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de
personas dispuestas a leer historia en lengua castellana y, por lo tanto, un
millón de ejemplares de Cien años de soledad no son un millón de homenajes a un
escritor que hoy recibe sonrojado el primer libro de este tiraje descomunal. Es
la demostración de que hay lectores en lengua castellana hambrientos de este
alimento. No sé a que horas sucedió todo; sólo sé que desde que tenía 17 años y
hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme todo los días
temprano y sentarme ante un teclado para llenar una página en blanco o una pantalla
de computador con la única misión de escribir una historia aún no contada por
nadie que le haga más feliz la vida a un lector inexistente. En mi rutina de
escribir nada ha cambiado desde entonces. [...]
Los
lectores de Cien años de soledad son hoy una comunidad que si se uniera en una
misma tierra sería uno de los 20 países más poblados del mundo. No se trata de
una afirmación pretenciosa. Quiero apenas mostrar que hay una gigantesca
cantidad de personas que han demostrado con su hábito de lectura que tienen un
alma abierta para ser llenada con mensajes en castellano. El desafío es para
todos los escritores, poetas, narradores para alimentar esa sed y multiplicar
esa muchedumbre razón de ser de nosotros mismos.
A
mis 38 años y ya con cuatro libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi
máquina de escribir y empecé: "Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". No tenía la menor
idea del significado ni del origen de esa frase ni hacia dónde debía
conducirme. Lo que hoy sé es que no dejé de escribir durante 18 meses hasta que
terminé el libro. [...] Esperanza Araiza, la inolvidable Pera, era una
mecanógrafa de poetas y cineastas que había pasado en limpio grandes obras de
escritores mexicanos [...]. Cuando le propuse que me sacara en limpio la obra,
la novela era un borrador acribillado a remiendos [...]. Pocos años después
Pera me confesó que, cuando llevaba a su casa la última versión corregida por
mí, resbaló al bajarse del autobús con un aguacero diluvial y las cuartillas
quedaron flotando en el cenegal de la calle. Las recogió empapadas y casi
ilegibles con la ayuda de otros pasajeros y las secó en su casa hoja por hoja
con una plancha de ropa.
Y
otro libro mejor sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo con nuestros dos hijos
durante ese tiempo en que no gané ni un centavo. Ni siquiera sé cómo hizo
Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa.
Después
de los alivios efímeros con ciertas cosas menudas, hubo que apelar a las joyas
que Mercedes había recibido de sus familiares a través de los años. El experto
las examinó con rigor de cirujano, pasó y pasó con sus ojos mágicos las
esmeraldas del collar, los rubíes de las sortijas [...]. Y al final volvió con
una larga verónica de novillero: "Todo esto es puro vidrio" [...].
Por
fin, a principios de agosto de 1966, Mercedes y yo fuimos la oficina de correos
de México para enviar a Buenos Aires la versión terminada de Cien años de
soledad, un paquete de 590 cuartillas escritas a máquina a doble espacio y en
papel ordinario dirigidas a Francisco Porrua, director literario de la
editorial Suramericana. El empleado del correo puso el paquete en la balanza,
hizo sus cálculos mentales y dijo: "Son 82 pesos". Mercedes contó los
billetes y las monedas sueltas que le quedaban en la cartera y se enfrentó a la
realidad: "Sólo tenemos 53". Abrimos el paquete, lo dividimos en dos
partes iguales y mandamos una a Buenos Aires sin preguntar siquiera cómo íbamos
a conseguir el dinero para mandar el resto. Sólo después caímos en la cuenta de
que no habíamos mandado la primera sino la última parte. Pero antes de que
consiguiéramos el dinero para enviarla, Paco Porrúa, nuestro hombre en la
editorial Suramericana, ansioso de leer la primera parte, nos anticipó dinero
para que pudiéramos enviarlo. Así es como volvimos a nacer en nuestra vida de
hoy.
Extracto
del discurso de Gabriel García Márquez leído ayer en Cartagena de Indias.
*
Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de marzo de 2007"
Para
ubicar la transcripción del video, consulté algunos artículos, comparto los que mejor
llamaron mi atención, aprendí cosas que desconocía
Las leyendas de "Cien años de soledad"
Anécdotas del mamagallista
Para finalizar, busqué en casa mi querido libro físico para iniciar la lectura...
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