Lo
copio integró, por cuanto ha sucedido que la referencia ya no está disponible y
pierdo un buen texto. La burocracia en la vida del docente impide que se dedique a la docencia
"Una
larga tradición en la enseñanza, que se remonta al periodo dictatorial, pero
que sustantivamente en sus formas no ha cambiado con las administraciones
democráticas, es que todo debe estar regulado, produciéndose lo que Habermas ha
llamado una “juridificación” de ámbitos que pertenecen al ejercicio de la misma
profesionalidad o al “mundo de la vida”. De este modo, la complejidad de
problemas educativos, que requeriría el necesario juicio profesional, se reduce
a aplicar lo que indica la Administración o sus supervisores en cada momento,
por lo demás cambiante.
En
las últimas décadas ha predominado un modo de gestionar el cambio curricular
que –aunque la Administración hablaba de un currículo “abierto y flexible”– del
protagonismo de los centros, de la autonomía y profesionalidad del profesor,
etc., en la práctica, al final del proceso, podemos decir que se ha abocado a
un modelo técnico-burocrático, que se quería cuestionar. Manteniendo, así, un
discurso de la apertura y flexibilidad curricular, no se crearon contextos que
permitieran hacerlo flexible y abierto en los centros y aulas. Por ello, la
autonomía ha quedado como una retórica oficial, cuestionada constantemente por
una tradición administrativista, incrementada en los últimos años, que
sobrerregula las relaciones y prácticas docentes; lo que conduce a una
desprofesionalización de la enseñanza y a una uniformidad de la vida en los
centros escolares.
A
continuación, compartimos con fines educativos y pastorales la publicación del portal
informativo El Confidencial en donde fue publico el artículo escrito por Héctor
Barnés y esperamos que sirva de reflexión a las autoridades de los diferentes
ministerios de educación.
Esto
es a lo que dedican de verdad su tiempo los profesores, aunque no quieran
Cada
vez es más habitual que los docentes se quejen de la gran carga administrativa
y burocrática que han de aguantar, lo que dificulta sus labores diarias e
impide que se dediquen a la investigación.
Cualquier
profesor sabrá rápidamente de lo que hablamos si nos referimos a la
burocratización del trabajo del docente. Actas y actas sobre cualquiera de los
aspectos de su trabajo, de las reuniones de ciclo a los encuentros con los
padres, memorias de evaluación, autoevaluación, unidades didácticas, reuniones
de orientación educativa, informes individualizados para cada alumno, programas
de diversidad, más evaluaciones y otros papeleos ocasionados por la falta de
personal administrativo que obligan al profesor a pasar gran parte de su tiempo
–hasta el 25% en algunos casos como sugiere un artículo de La Nueva España–
rellenando papeles. Se trata de una labor que empieza justificándose por la
obligada rendición de cuentas del trabajador y que termina imposibilitando que
este dedique su tiempo a asuntos más productivos como la investigación y la
preparación de las clases.
“En
España existe una tendencia a crear sistemas de control que han demostrado
servir para poco y que han generado un incremento notorio del trabajo
burocrático de los profesores”, se lamentaba en la revista ANPE Javier
Carrascal, secretario estatal de organización de dicho sindicato de enseñanza.
“El incremento de las tareas burocráticas y administrativas para los equipos
directivos y los docentes no ha supuesto una mejora de la calidad de la
enseñanza ni de los resultados de nuestro sistema educativo”, concluía. Es una
queja común, y de ella también se hacía eco la profesora Luisa Juanatey en Qué
pasó con la enseñanza. Elogio del profesor (Pasos Perdidos).
Los
académicos se pasan cada vez menos tiempo pensando, leyendo y escribiendo y más
tiempo rellenando formularios.
La
situación es aún peor si nos fijamos en el ámbito universitario, en el que, en
pos de apuntalar una supuesta meritocracia, el control de los profesores se ha
traducido en una desmedida cantidad de trabajo burocrático forzado por la
supervisión de organizaciones como ANECA. “Existe una creciente desconfianza en
el personal docente investigador, y de hecho también en el administrativo y de
servicios, que conlleva un control permanente de todos ellos, la continua
realización de informes y actas, y la obligatoriedad de seguir unos
procedimientos largos, costosos y en la mayoría de casos inútiles”, explicaba
en una columna publicada en El País Ricardo Chiva Gómez, catedrático de
Organización de Empresas en la Universitat Jaume I. “No se trata solamente de
dar clase, sino de investigar, solicitar fondos, ir a congresos, escribir,
evaluar, publicar…”, señalaba Carlos Jesús Fernández Rodríguez, profesor de
Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, a El Confidencial. Pero este
no parece ser un problema exclusivamente español.
Líbranos
del papeleo, amén
Basta
con echar un vistazo al artículo que Elaine Glaser publica en Times Higher
Education para darse cuenta de que el virus del papeleo se extiende rápidamente
por el sistema educativo mundial perjudicando la labor investigadora del
profesor universitario, una de las patas más importantes de su labor que corre
el peligro de ser residual. “Los académicos se pasan cada vez menos tiempo
pensando, leyendo y escribiendo y más tiempo rellenando formularios”, explica
la autora. Las instituciones educativas aspiran a laeficiencia y una mayor
productividad, y para eso utilizan esta clase de estrategias que,
paradójicamente, lo único que hacen es perjudicar la eficiencia y productividad
de los profesores.
Para
entender mejor la obsesión del sistema educativo por la burocracia, la autora
trae a colación un libro de David Graeber aún inédito en España, y que aborda
el problema del papeleo en el siglo XXI. Se trata de La utopía de las reglas:
sobre la tecnología, la estupidez y las alegrías secretas de la burocracia
(Melville House), en el que recuerda que la distinción entre burocracia pública
y mercado privado es un tanto ficticia. La principal pregunta que se hace el
autor es “cómo en esta avanzada economía occidental, saturada de la retórica de
la austeridad, y supuestamente habiendo recogido los frutos de la tecnología
moderna, las labores administrativas han proliferado de esa manera”.
Una
de las explicaciones aducidas por el autor es que esta cantidad de papeleo
puede servir como una herramienta de control social, tal y como funcionó en la
vieja Unión Soviética:
Es
una manera de asegurarse de que estamos demasiado monitorizados, cansados y
ocupados como para hacer preguntas o sublevarnos”. No sólo eso, sino que daña
paulatinamente la motivación del trabador, que pasa gran parte de su jornada
dedicado a tareas “que secretamente cree que no tienen sentido”.
El
futuro está en los bolis y los folios
En
el caso concreto de la universidad, Graeber cree que la evolución de la
jerarquía que se ha producido en las últimas décadas ha provocado este aumento
de la burocracia. La horizontalidad de los departamentos del pasado, si bien
favorecía la creación de oligarquías, ha sido sustituida por una verticalidad
que propicia la continua rendición de cuentas en forma de actas y declaraciones
de los méritos propios, señala el autor de Somos el 99% (Capitán Swing).
Graeber se lamenta de que la idea de que los centros educativos sean centros de
aprendizaje e investigación parezca casi “moralmente sospechosa”, al mismo
tiempo que se desprecia todo conocimiento que no tenga aplicaciones inmediatas.
Graeber
llama ‘optimismo cruel’ a esa creencia en que cada papel será el último, que un
pequeño esfuerzo será recompensado, que todo irá mejor.
La
pasividad es uno de los rasgos que define la formación de los académicos,
señala el autor. Al fin y al cabo,
aunque el papeleo no le guste a nadie, también cumple funciones
psicológicamente útiles. Después de que Glaser preguntase a unos cuantos de sus
compañeros qué pensaban sobre el auge de la burocracia, se encontró respuestas
que sugerían que esta tenía un carácter relativamente adictivo. Se trata de una
manera sencilla y cómoda de obviar otras responsabilidades que exigen un mayor
esfuerzo mental y creativo. Es como un juego de reglas perfectas, que
supuestamente ofrece transparencia, consistencia e igualdad a cambio de un
pequeño esfuerzo. Graeber denomina “optimismo cruel” a esa creencia en que cada
papel será el último, que un pequeño esfuerzo será recompensado, que todo irá
mejor.
La
realidad es que, de entre todos los trabajos del mundo, e incluso entre
aquellos relacionados con el conocimiento, el del profesor de uno de los más
difícilmente cuantificables. Entre otras cosas, porque en una investigación el
esfuerzo y su recompensa no son constantes, sino que dependen de muchos factores.
Algo semejante ocurre con la docencia, que sólo puede mejorarse a través de la
experiencia, el esfuerzo y la formación, no a través de la cumplimentación de
toneladas de formularios."
A manera de complemento, la documentación para la Acreditación de una Carrera o de la Universidad, debe ser motivo de otra publicación, como referencia sugiero revisar: Autoevaluación de carreras
No hay comentarios:
Publicar un comentario