"Dicen
que una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que querían
atracarlo. El hombre entró en una cueva. Los malhechores empezaron a buscarlo
por las cuevas anteriores a la que él se encontraba.
Con
tal desesperación elevó una oración al Creador:
"Dios
Todopoderoso, haz que tus ángeles bajen y tapen la entrada, para que no entren
a matarme".
En
ese momento escuchó a los hombres acercarse a la cueva en la que él se
encontraba y vio que apareció una arañita.
La
arañita empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar
otra plegaria, esta vez más angustiado:
-"Señor
te pedí ángeles, no una araña."
Y
continuó: "Señor por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en
la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme".
Abrió
los ojos esperando ver el muro tapando la entrada y observó a la arañita
tejiendo la telaraña.
Estaban
ya los malhechores entrando en la cueva anterior y el hombre se quedó esperando
su muerte. Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva, ya la arañita
había tapado toda la entrada. Entonces se escuchó esta conversación:
-
Entremos en esta cueva.
-No.
No hace falta.
-¡Mira,
hay una telaraña! Es imposible que haya podido entrar en esta cueva sin
romperla. Sigamos buscando en las otras.
Reflexión:
Pedimos
cosas que desde nuestra perspectiva humana son lo que necesitamos, pero Dios
nos da aquellas pequeñas cosas que se pueden volver grandes.
A
veces pedimos muros para estar seguros, pero Dios en cambio nos pide confianza
en Él, para dejar que su poder se manifieste y haga que algo como que una
telaraña nos de la misma protección que una muralla.
Si
has pedido un muro y no ves más que una telaraña, recuerda que Dios sabe lo que
realmente necesitamos."
Texto publicado en La Página de los Cuentos, El Muro y la araña, el 2009/10/03
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